filósofo, educador y político mexicano. Nacido en Oaxaca, tuvo una gran influencia en los ambientes intelectuales mexicanos. Discípulo de Justo Sierra, formó parte del Ateneo de la Juventud, que en torno a 1910 se caracterizó por su oposición al positivismo y al régimen de Porfirio Díaz, impulsando una corriente crítica y de renovación ideológica y política. Con Alfonso Reyes, Antonio Caso y otros, trascendió el positivismo , el arte de lo humano y la región del espíritu. En su Estética (1935) explicaba la evolución del Universo y la reestructuración de su sustancia cósmica, en los órdenes físico, biológico y humano. Comprometido con el movimiento revolucionario, apoyó a Francisco Ignacio Madero en el Partido Antirreeleccionista y más tarde a los presidentes Venustiano Carranza y Álvaro Obregón. Fue rector de la Universidad Nacional, a la que convirtió en institución revolucionaria. Los estudiantes, convertidos en maestros honorarios, salieron a las calles de las ciudades, enseñando a leer y escribir.
se presentó como candidato a la presidencia de la República. Pese al apoyo que recibió por parte de los opositores al dominio político de Plutarco Elías Calles, fracasó en su intento y volvió a su retiro personal. Su obra filosófica se caracteriza por una reivindicación del valor de la intuición emotiva, que opone a toda forma de intelectualismo y a la que sitúa en la base de su sistema metafísico (Tratado de metafísica, 1929). Vasconcelos pensaba que su sistema era un monismo fundamentado en la estética y otorgaba una gran importancia al ritmo y a una peculiar interpretación de las categorías matemáticas. El conjunto de su filosofía presenta una notable influencia de Pitágoras y de Plotino.
Para Vasconcelos América Latina, por su pasado y por su mestizaje étnico cultural, es la matriz de una nueva era de civilización, porque dispone de los factores espirituales, la raza y el territorio necesario para emprender una nueva era universal. Para el pueblo mexicano este fin esta en la educación y la escuela donde son el elemento y el ámbito necesario para aprender acerca de la vida, el arte, la ciencia, y la técnica, pero todas estas áreas deber ser orientadas por una filosofía integral, basada en una raza universal.
Leer a Vasconcelos es, con mucho repasar algunos aspectos centrales de nuestra cultura que hoy damos frecuentemente por supuestos. Vasconcelos tubo momentos difíciles, pues combatir el racismo, el odio o el desprecio raciales, fueron una lucha protagónica de toda la nación mexicana.
Vasconcelos es el centro fundamental de esa polémica y, por supuesto, el ejecutor político de su solución moderna: el mestizaje y la reivindicación cultural de las masas. Que tan difícil, para un país como el nuestro, sin otra cultura moderna que la racista del siglo XIX y XXI, europeo y norteamericano.
En la raza cósmica y en su Ideología, Vasconcelos creyó en la cultura como un amplio ejercicio filosófico, es su literatura una escritura de acción, porque para él era liberarse, fortalecerse, era crear, trasformar la realidad, Abelardo Villegas habla de Vasconcelos como un filosofo que exalta la individualidad y la subjetividad de las cosas de los seres, quien en provocaba la apreciación de las particularidades de cada ser. En un principio para Vasconcelos la lucha contra las doctrinas positivistas que justificaban la colonización y la opresión de las razas periféricas o, como lo veía él.
Vasconcelos rechazaba la cultura Europea y anglosajona si es que había esa cultura anglosajona. La culturalizacion que Vasconcelos se empeño en hacer, consistiría en tirar todos esos libros, esas corrientes artísticas, esas doctrinas sociales y filosóficas en esas cuyas mismas premisas se fundaba nuestra expoliación, y volver a los orígenes libertadores de culturas, como las latinoamericanas, en estado de aventura y gestación, gracias a este contexto se da el cambio radical de temperamento, que las masas habían exigido años antes con las armas, de la cultura mexicana, que ya no se avergüenza oficialmente de los indios, ni los considere su problema, sino que, por el contrario, con una apoteosis* festiva y proliferante, los exhiba como rostro mural del Estado surgido de la revolución.