la cual arrojo una manzana de oro con una leyenda que decía "para la mejor y más hermosa de las damas presentes".
Todas las convidadas comenzaron a disputarse el fruto, quedando como finalistas Hera, esposa de Zeus, reina de los dioses, protectora de los matrimonios y soberana del poder político.
Atenea, hija de Zeus, poderosa guerrera, de gran sabiduría y destreza en las bellas artes, y, por último, Afrodita, la diosa del amor y la pasión que, nacida de la enrojecida espuma del mar, era considerada una de las más bellas del Olimpo.
Como en el certamen nadie se ponía de acuerdo a quien ofrecerle la manzana, Zeus decidió encomendar la misión a un joven llamado Paris, hijo del rey de Troya, que había vivido en el bosque separado de todas las pasiones humanas.
Las tres diosas, precedidas por el dios Hermes, que actuaría como mensajero, bajaron del Olimpo para entrevistarse con el hermoso príncipe, cada una pretendió convencer al improvisado juez de que la eligiera a ella.
La diosa Hera le garantizó el poder de la política y el título de Emperador de Asia.
Atenea, diosa de la inteligencia, el conocimiento y la guerra, le ofreció la sabiduría y la posibilidad de vencer las batallas que enfrentase; Afrodita le prometió el amor de la mujer más bella del mundo, que era Helena.
El muchacho se decidió, finalmente, por la propuesta que le había hecho Afrodita y le dio la manzana de oro a esta diosa, sin saber que Helena estaba ya casada con el rey de Creta, Menelao. Esta inconsciente resolución hubo de traer graves consecuencias para su pueblo, pues, es sabido por todos que fue ésta la causa principal, o más bien el pretexto, que desató la tan conocida guerra de Troya.
A partir de este hecho, Agamenón, hermano de Menelao, obtuvo las tan buscadas razones para invadir Troya, ciudad que deseaba conquistar desde hacia mucho tiempo atrás, pues tenía un enorme interés en su orfebrería, sus célebres tesoros compuestos de valiosos objetos de metales y piedras preciosas, y sus grandes colecciones de puñales, armas, armaduras, artefactos e instrumentos de innumerable valor para combatir con éxito a los adversarios, además de codiciados utensilios y ornamentos para sus complejas vestiduras, y numerosas vajillas de oro y plata entre otras muchas riquezas.
Con este hecho comienza a generarse una de las más destacadas epopeyas del mundo occidental, y a revestirse de variadas interpretaciones el mito griego que junto con otras leyendas se fue constituyendo para dar explicación a las quimeras y supersticiones, de las que nuestra cultura es heredera.
Cada sociedad, cada época, cada cultura y cada decisión humana nos llevan a concebir modelos educativos diferentes para cada una de esas sociedades, y cada paradigma nos conduce a imaginar distintas utopías. Toda aventura humana importante, ya sea en el campo científico, religioso, político y pedagógico supone de entrada una utopía. El hombre no puede ser cabalmente un ser humano si no tiene visiones utópicas, aunque cada uno tenga de esas visiones una concepción diferente.
Los griegos tenían claro que el espíritu humano puede progresivamente tener conocimiento de sí mismo y que puede crear a la vez formas mejores de la naturaleza humana, de la vida y de su existencia. Aunado a la comprensión de la paideía, iba el concepto de physis, naturaleza, modo natural de ser, esencia, condición natural, figura, rasgos, porte, actitud; naturaleza espiritual, carácter; fuerza natural creadora o productora poíesis; conjunto de los seres, universo, raza, clase, especie.
Sabían que el ser humano posee la peculiaridad de ser irrepetible y que la paideía, conserva esa fuerza natural transformadora. Sin profundizar más en el tema, querría decir que teoría pedagógica en su significado primario, o tal vez en una de sus múltiples acepciones, representaría la contemplación hacia el juego de los niños, o bien inteligencia o especulación de la mente para instruir, educar, dirigir o gobernar y transformar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario